Mi nombre es Diego, tengo 9 años y vivo en Bogotá, Colombia.
Desde que era chiquito, mi papá me enseñó a querer el fútbol. Me acuerdo de la
primera vez que vi a Lionel Messi en la televisión: era el Mundial de 2022, y
él levantó la copa con una sonrisa gigante. Desde ese día, supe que quería ser
como él.
Messi no es como los demás futbolistas. No grita mucho ni
hace cosas raras para llamar la atención. Solo juega, y cuando toca el balón,
parece magia. En mi escuela, todos mis amigos también lo admiran. Jugamos en el
recreo y siempre digo: "¡Yo soy Messi!", y trato de hacer sus
dribles, aunque a veces me caigo y todos se ríen. Pero no me importa, porque él
también cayó muchas veces antes de ser el mejor.
Lo que más me gusta de Messi es que nunca se rinde. Mi papá
me contó que, cuando era pequeño, era muy bajito y tuvo que trabajar duro para
llegar a donde está. En mi cuarto tengo un póster de él con la camiseta de
Argentina, y cada noche, antes de dormir, miro su foto y pienso: "Algún
día voy a jugar como tú". El año pasado, en mi equipo de fútbol alevín,
marqué un gol de tiro libre, ¡igualito a los que hace Messi! Mi entrenador dijo
que fue pura suerte, pero yo sé que fue porque practiqué viéndolo a él.
Dicen que Messi ya no juega tanto como antes, pero para mí
sigue siendo el rey. En mi barrio, todos los niños de habla hispana como yo lo
queremos porque nos hace soñar. Algún día, cuando sea grande, espero conocerlo
y decirle: "Gracias, Leo, por enseñarme que con esfuerzo todo se
puede".
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